Información general
Callejeando por nuestro pueblo nos encontramos con multitud de detalles que se impregnan en la retina y que nos hablan de la historia, de tiempos pasados, que no pasan desapercibidos.
Casas solariegas, arcos en los portones, piedras esculpidas, ventanas escondidas de antiguo convento, chimeneas que asoman las bodegas al exterior, además de zonas naturales que llaman a pasear, respirar y disfrutar de su entorno.
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Parada de Rubiales es un municipio de la provincia de Salamanca perteneciente a la Comarca de La Armuña.
Su situación geográfica, limítrofe con tres provincias a la vez, Salamanca, Zamora y Valladolid, aumenta el atractivo de este municipio, que deja la llanura de La Armuña para adentrarse y ofrecer un paisaje más verde y frondoso en el que destaca el monte de Valdemoros.
Está situado al Norte de la comarca armuñesa y de toda la provincia, en la Carretera Nacional Valladolid – Salamanca y distante 28 km. de su capital, Salamanca.
Tiene una altitud de 847 m y una superficie total de 32 km2, uno de los de mayor altitud y más extensos de la comarca.
Parada tiene una población de 340 habitantes, de los que 180 son hombres y 160 mujeres, la cual aumenta en los períodos estivales hasta las 1.000 personas, aproximadamente.
En la llanura, en un entorno de dehesas y tierras de cultivo, propias de toda la comarca armuñesa, destacan dos parajes naturales diferentes, recreo del pueblo:
- El Parque Alameda, zona de plantación de arbolado, con una extensión superior a 5 hectáreas dentro del mismo casco urbano. Acondicionada con un parque de recreo y paseos, crea un paraje natural fundamental. Además, ofrece servicios para la realización de actividades deportivas, ya que cuenta con instalaciones, como son pista de fútbol sala, pista de frontón, cancha de baloncesto y zona de juego de calva.
- El Alto del Portín o El Castillejo, y el hermoso monte de Valdemoros, monte bajo de pino y encina que se encuentra a cuatro kilómetros del pueblo, y cuyos terrenos, a unos mil metros de altura, ofrecen una imagen típica de la sierra. Es éste, uno de los parajes más bonitos de la comarca, sobre todo, al inicio de la primavera, con la floración del tomillo, la jara y la retama. Esta zona se ha enriquecido, en cuanto a dotación de paraje, como merendero, con mesas y barbacoas.
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Numerosos son los parajes que podemos contemplar en el término de Parada de Rubiales.
Algunos nos dan indicios de la historia vivida en ellos en otros tiempos. Sus nombres, en muchos casos, nos ilustran a cerca de las funciones de estas tierras en el pasado, o de quienes fueron sus propietarios.
Os invitamos a pasear por estos entrañables lugares, a través de la galería de imágenes.
La Iglesia de Parada de Rubiales se asienta en una encrucijada de caminos, consecuencia de la función de nuestro pueblo como «parada» de la trashumancia en sus orígenes, con acceso a la red de cañadas de «La Mesta».
Su antigüedad está marcada por las sucesivas ampliaciones a las que se ha visto sometida a lo largo de los siglos, y sus estilos, el resultado de ellas.
En el exterior de la Iglesia se encuentra un panel expositivo en el que se recoge por un lado, un plano vertical donde se ubica a Parada de Rubiales, y por el otro, una selección de fotografías del pueblo y un texto con unas pinceladas históricas del mismo. Mediante éste, se da a conocer a nuestros vecinos, a los que nos visitan habitualmente y a otros que se acerquen, esta riqueza de nuestro pueblo.
La ermita del Santo Cristo del Humilladero se levanta a mediados del S-XVIII. No obstante, la restauración de un óleo de San Pedro, situado en la bóveda del ábside, ha descubierto una inscripción, no demasiado clara, con el año 1734 en su marco de yeso, que podría datarla en esta fecha.
La necesidad de dotar al pueblo de una nueva ermita después del hundimiento de la de la de La Concepción, y la búsqueda de un solar para el nuevo cementerio, aceleraron su construcción, a la vez que imposibilitaron situarla en el lugar de la antigua. Esta circunstancia obligó a erigirla junto al casco del pueblo, y al lado de un camino como ya era tradición secular. En su portada se levantó un calvario o humilladero, ya desaparecido.
La obra es de planta rectangular y sus paredes de mampostería y ladrillo, con refuerzos de piedra de cantería en las esquinas y en los zócalos. La techumbre original era «un elegante artesonado de madera» en palabras del cura Don José Antonio López Sánchez, y su fachada una sencilla pared de ladrillo con dos ventanas, rematada por la airosa espadaña que se revocó de cemento en la restauración de 1955.
En el primer tercio del S-XIX, se adosó un osario en la cara sur para depositar los restos del antiguo cementerio, que rompe la sencillez de sus líneas.
Desde sus inicios, se colocó en ella el Santo Cristo de Rubiales, y la Cofradía de la «Vera Cruz» fue responsable del culto y mantenimiento de la ermita, a base de las cuotas de sus miembros y de las «mandas» de sus devotos.
Los cofrades celebraban en ella tres reuniones anuales: el 3 de mayo, por pentecostés y el 14 de septiembre. En el pueblo existía verdadera devoción por el Santo Cristo y cada año se hacían pujas por llevarlo a la carrera.
El paso del tiempo y las penurias económicas hicieron que en el año 1878 se hundiera el artesonado de madera. El Santo Cristo estuvo ausente de ella 13 meses, hasta «el día 17 de mayo, segundo de pentecostés de 1880», día en el que se bendijo la nueva obra por Don Antonio López, cura párroco. Las obras las costearon la cofradía y el pueblo por suscripción y de una manera sencilla, a pesar de la gran penuria del año, incluso el vecino de Parada «Don Rodrigo Soriano dio cuatro hermosas vigas.»
De nuevo el paso del tiempo y las guerras y dificultades económicas, sumieron la ermita en el abandono aunque el pueblo se resistiese a dejarla caer.
Después de la Guerra Civil se levantó la nueva cruz del humilladero y en el año 1955 el cura párroco Don Joaquín, impulsó una nueva restauración del edificio aunque bastante precaria. Este «arreglo» es el que ha perdurado hasta nuestros días.
En este año de 2011, y bajo el impulso del cura párroco Don Gabino Martín Vicente y del Alcalde Don Pascual García Bermejo, se ha llevado a cabo una restauración decidida de su techumbre y paredes, que han procurado darle un aspecto, en lo posible, similar al de aquel elegante artesonado de madera.
Además, se ha procedido a la restauración del lienzo de San Pedro, anónimo de la primera mitad del S-XVIII, situado en el techo del ábside de la ermita. El lienzo oscurecido completamente ha recuperado una gran luminosidad, mostrando una bella imagen, de gran calidad artística.
En el exterior se ha colocado un cartel señalizador donde se relata esta historia de la ermita, su origen y sus obras.
Sin duda, lo que más caracteriza a este pueblo son sus bodegas.
Más de 150 bodegas antiguas. El subsuelo de toda la población está lleno de ellas, pasillos largos que se entrecruzan, estancias más amplias que siempre tienen una puerta que comunica con otra bodega cercana.
Todas las casas poseen su propia bodega, además de las situadas en los alrededores del pueblo. Varias son centenarias, llenas de historia, muchas de ellas decoradas y acondicionadas. Otras, en su estado primitivo.
Al abrir sus puertas nos encontramos siempre con unas largas escaleras que, aderezadas a sus lados con paredes de piedra-roca, o con una arquitectura tradicional de ladrillo mudéjar, nos conducen a unos habitáculos más amplios, o a una serie de pasillos donde se acumulan cestos, viejos toneles y cubas de madera de roble de gigantescas proporciones.
Sus techos son siempre abovedados, con arcos de medio punto. En sus paredes o rincones cuelgan parte de su historia con los antiguos aperos de labranza y/o motivos taurinos.
En algunas han acondicionado hornos para asar bajo los tiros de las chimeneas.
En la actualidad, son el principal punto de encuentro de los grupos, tanto de jóvenes como de mayores, y allí se reúnen, al menos, una vez a la semana para merendar (con vino casero y productos de la tierra) y compartir una tarde de convivencia.
unto a las bodegas, aparecen en el pueblo, desde muy antiguo, dos símbolos que lo identifican.
En una zona de vega, al oeste del pueblo, se conoció siempre «el caño» una fuente procedente de un manantial que llegaba por una galería subterránea que aún se conserva. Hoy en día, una pequeña fuente lo recuerda.
A poca distancia, y junto al cementerio, se mantuvo durante muchísimos años un olmo negrillo, centenario o milenario, según unos u otros, donde los niños recuerdan que jugaban metiéndose en su oquedad.
Hace unos años se secó, pero se conservó y trasladó a la zona del caño, donde se erige rodeado de flores y cuidados como símbolo de Parada.
Junto al árbol y al caño se situará el Albergue Municipal, en lo que fue el antiguo matadero.